Sin lugar a dudas estamos a años luz
de disfrutar de una importante (y deliciosa) cantidad de restaurantes
especialistas en pastas, como si pueden nuestros hermanos
argentinos, pero por suerte poco a poco crecen las trattorias de
buena calidad y otras, como de la que escribiré hoy, que poseen una larga tradición de grandes sabores.
Uno de los mayores aportes de mi ex
polola, fue entender que era aplicable para mi el viejo dicho de:
“Guatita llena, corazón contento”. Fue así que un día me
invitó a almorzar al Cajón del Maipo. Ya saber que iba para allá
era buena señal, pues amo aquél lugar de la Provincia Cordillera.
El destino me era un misterio, hasta
cuando decidió que la ayudara a buscar el lugar a través de
internet para saber si íbamos bien en el camino. 'Trattoria Calypso' era el
nombre del restaurant donde nos dirigíamos.
Al llegar, amplios estacionamientos desde donde nos hacen acceder a un lugar hermosísimo. Era lo más parecido a una
casa en un árbol, sólo que en el suelo y muy grande. Pero una
ambientación cálida, amigable y a tono con la naturaleza que rodea
al recinto y que después conocí más detalladamente.
Ese lugar era para quienes esperaban
una mesa. Los aperitivos nada que decir, ricos los sour, como también
los jugos naturales.
Ya en el restaurant propiamente tal, el
salón es pequeño, aunque tiene también mesas al aire libre. En mi opinión donde tomamos los aperitivos me hubiera gustado mucho más por
el ambiente y comodidad, para almorzar.
Las mesas exteriores tienen su magia.
Habían varias bajo un gran parrón, lo que le da su toque 'Made in
Italy', al agregarle el paisaje campestre, que fácilmente podría
transportar a la Campania o Calabria.
Sobre la atención, es buena, cordial y
deferente.
En cuanto a los platos, Calypso creo
que últimamente ha sido el único lugar que ha estado cerca de que
diga: “no puedo más”. Sus platos perfectamente podrían ser
considerados para dos, realmente son contundentes, pero más
importante aún, deliciosos. Se nota cuando una pasta es fresca, y en
Calypso eso queda en claro al primer bocado. Ni pensar por un segundo que las reciclan, como alguna vez sucedió en los 'Piccola Italia'.
Soy fanático de los gnocchis, y creo
que es casi una ciencia dar con la proporción ideal para que no
quede sólo con gusto a harina o sólo gusto a papa. Los pedí Salsa Alfredo y fue la gloria. Exquisitos, en su punto justo de
cocción y la salsa muy rica. Por suerte mi ex polola es en buen
chileno: “guata de pajarito” y no fue capaz de comer todo su
plato. Ahí me “sacrifiqué” y la ayudé con sus cannellonis
rellenos de pollo con pesto. ¿Qué decir? Los calificativos me
escasean al tratar de describir lo espectaculares que estaban. Un placer a los sentidos (no tanto como mis 'ñoquis' eso sí. Sólo puedo decir del plato de mi acompañante, que el pesto, ahogaba un poco el sabor del cannelloni
con pollo. Estaba un poquitín fuerte.
Luego del almuerzo lo mejor es recorrer
el amplio terreno que tiene Calypso con lindos paisajes decorados por
los cerros de la Cordillera de Los Andes como telón de fondo.
Una experiencia llena de sabores y
tradición italiana en pleno Cajón del Maipo que bien vale la pena
repetirse.